Mi cuerpo se retuerce en la hierba,
comiéndome pétalos de lirios;
rogando olvidar el sabor de sus labios muertos.
Es la danza que aún no ha cesado en mí,
la música que da cada percusión
como puñales en mi corazón.
Ya no estaré reflejada en sus ojos,
no me rechazará más,
descansando para siempre con su Dios.
Y sin embargo,
mi cabeza se siente como la de él,
desprendida rodando por el campo.
¿Quién calma ahora la sed?
¿Quién volverá a hacer latir
con el espejismo este sexo de mujer?
No hay consuelo en el alma
encadenada a su recuerdo,
rodando por el campo,
vomitando lirios.
«Salome» de Jean Benner